A diferencia del Viejo Continente, Europa se opone a utilizar la modificación genética para la optimización de la producción ganadera. En la Unión Europea la clonación destinada a la industria alimenticia es ilegal, sólo se permite para la investigación científica. Aquí se clonan, por ejemplo, cerdos para el estudio de la diabetes en el hombre; pues el cochino, a diferencia de otros pequeños mamíferos como los ratones, tiene una estructura genética similar a la del ser humano. Parece ser que esta práctica tampoco es muy bien recibida por los profesionales del sector ganadero de la Unión. Según Jürgen Abraham, miembro Federación Alemana de la Indutria Alimentaria, en Alemania no se lleva a cabo dado que no se conocen las consecuencias que puede traer la clonación genética, además de que no ve un beneficio económico. Esta animadversión hacia dicha praxis probablemente sea consecuencia de la fuerza de la que disponen los grupos ecologistas en Europa, escaso al otro lado del charco.
La cuestión que aquí se plantea es la siguiente: ¿Es ética y moral la clonación genética de los animales para obtener más productos de alta calidad? Varios estudios han dictaminado que las carnes y otros alimentos obtenidos de animales "copiados" de otros no experimentan diferencias de calidad con los obtenidos de animales nacidos de forma natural; aunque ¿Qué nos asegura que no existan unas consecuencias de dicha manipulación a largo plazo?. En Estados Unidos es imposible saber qué animales han sido clonados y cuáles han seguido las leyes naturales de la biología para nacer, lo cual imposibilita a quien no se fíe de este ejercicio científico comer un producto que no haya sido tratado genéticamente. Esta polémica se trata en el documental Filete Clónico